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viernes, 23 de enero de 2015

Al Sur de México // Parte 5 - El Canto de la Selva





Canto de la Selva



Canto de la Selva

Canto de la Selva



El 2014 se terminó ese día. Estabamos en El Canto de la Selva, un centro ecoturístico increible que es parte de un proyecto ejidal (de un grupo de personas que viven ahí) para conservar la selva Lacandona. Además de ser un poryecto muy bonito, el lugar es precioso y las actividades inolvidables.

Llegamos ya cuando había oscurecido, después de haber visitado Las Nubes. Nos instalamos en nuestras cabañitas y luego nos fuimos al área común a esperar la cena, que tardó muchísimo, pero por problemas técnicos. Cenamos las tres familias que estabamos hospedados, cada uno en su mesa, un pollo con arroz y brindamos. Hubo uvas y todo, para el cambio de año, pero lo hicimos a las 9:30. Para variar me atraganté con las uvas a la mitad, es tan difícil tragarlas rápido y pensar en los deseos al mismo tiempo. Luego cada familia se fue a lo suyo.

Nosotros nos subimos a la terracita y ahí hicimos nuestro tradicional ritual de año nuevo, que consiste en agradecer por las cosas que pasaron y pedir por las cosas que vendrán. Y después hicimos algo nuevo, hicimos algo que se usa en Dinamarca, pues con nosotros viajó una amiga de mi hermano, que es de ahí: consiste en subirse a una silla y después saltar al año nuevo.

Después jugamos un rato con las bengalas y yo aproveché para experimentar con la cámara.

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Al día siguiente empezó la aventura. Primero desayunamos riquísimo y luego nos fuimos al río. Nos subimos a una lancha que nos llevó por el río. La idea era ver animales, pero como estaba lloviendo, casi no vimos. Alcanzamos a ver algunas aves, y un cocodrilo (o la mitad, más bien). La primer parada fue un mariposario, pero por lo mismo de la lluvia no estaba abierto. Así que simplemente nos quedamos en la tienda esperando a que disminuyera la lluvia, cosa que no pasó.

Decidimos seguir, pese a la lluvia (que a decir verdad tampoco era tantísima). Llegamos a la entrada de uno de las ramas del río que se adentran hacia la selva, la parte de la reserva. Y ahí nos bajamos de la lancha para subirnos a cayac y recorrer ese río. Fue definitivamente una de mis tres cosas favoritas del viaje. Aunque estaba lloviendo y mis lentes se llenaban de gotitas (porque bien lista yo, olvidé ponerme lentes de contacto), fue algo que disfruté mucho. Nuevamente los animales no se veían, pero el puro paisaje es tan hermoso que vale mil veces y más la pena.

Regresamos y después de comer, bañarnos y descansar un rato, nos fuimos a hacer un pequeño paseo por la selva. Lo que más me emocionó de este paseo fue ver tantos hongos de muchos tipos diferentes. Pero también los árboles de ahí son padrísimos, hay unas ceibas gigantezcas y unos árboles muy curiosos que se mueven de lugar (tardan cientos de años) desplazando sus raices.

Volvimos y vimos el atardecer, el sol ocultarse en la selva detrás del río. Fue hermoso.

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