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lunes, 27 de enero de 2020

Puertas || Relato de enero


La primera vez que ocurrió tenía ocho o nueve años. Las niñas de mi escuela no me dejaban jugar con ellas y ya me había cansado de jugar fútbol con los niños, así que fui a mi lugar favorito. Al fondo del campo donde estaban las canchas había un enorme árbol sin hojas: su tronco retorcido permitía subirse a él con facilidad y encontrar lugares dónde sentarse. Me gustaba ir ahí cuando el mundo se volvía demasiado abrumador; nadie me molestaba, podía leer u observar de lejos a mis compañeros.

Para mi sorpresa ya estaba ocupado por un niño que no había visto antes. Empecé a retroceder, dispuesto a buscar un lugar distinto para pasar mi recreo, pero él me llamó por mi nombre. Había algo en su manera de pedir que no me fuera que me hizo decidir quedarme. Platicamos todo el recreo y al final de este me pidió que lo acompañara a su casa. El timbre para anunciar que debíamos volver a clases sonó y confundido por su petición y preocupado de llegar tarde me despedí de él.

Pregunté por él los días siguientes, pues ya no regresó al árbol, pero nadie parecía conocerlo.

La segunda ocasión fue unos años después, ya en secundaria, durante un viaje escolar. El paseo era en un bosque, famoso por su río de aguas calientes. Cuando llegamos al lugar donde íbamos a quedarnos a nadar y comer, desobedeciendo a los profesores, mi mejor amiga y yo nos separamos del grupo. No nos alejamos mucho: sólo volvimos unos metros atrás, porque camino al lugar vimos una cueva, no muy grande; no parecía muy profunda, pero a los dos nos dio curiosidad y decidimos explorarla.

Honestamente estaba un poco asustado de que hubiera algún animal salvaje o serpientes en esa cueva, pero la emoción de la aventura fue más fuerte que mi miedo. Unos pasos adentro vimos que la cueva se bifurcaba, así que decidimos separarnos. Poco más adelante se dividía nuevamente, así que decidí tomar el camino izquierdo. Mientras más avanzaba más sentía el impulso de seguir. Olía a humedad y musgo. Pese a que ya no se veía la entrada, podía ver perfectamente gracias a que más adelante se veían pequeñas luces, como series de navidad parpadeantes y con eso era suficiente para iluminar el camino.

No pude avanzar mucho más, pues el grito de mi amiga llamándome me hizo regresar corriendo. Con el corazón en la garganta pensando que algo le había pasado por su tono de desesperación. La encontré donde nos habíamos separado: había estado llorando. Cuando me vio me abrazó con tanta fuerza que me dolió. Me explicó que su lado de la cueva no era muy largo y luego de esperarme quince minutos había intentado entrar a buscarme, pero estaba oscuro y mejor me empezó a gritar, pero no respondía. Estaba ya a punto de ir a buscar a los maestros cuando salí por fin. Decidimos volver, pues no queríamos que se dieran cuenta de que nos habíamos alejado. Unos meses después regresé al lugar. Ahí estaba la cueva, tal y como la recordaba, pero el camino que yo había tomado llegaba apenas medio metro adelante, incluso se podía ver la roca desde afuera y no tenía una segunda bifurcación.

La tercera fue cuando iba a cumplir dieciséis años. Fui con mi familia a conocer un pueblo. No era la primera vez, pues nos gustaba ir ahí por su cercanía a un bosque y porque la plaza es muy linda, sus calles empedradas y casitas rústicas son como salidas de un cuento. Caminando desde la cabaña que habíamos rentado al centro pasamos por una casa que llamó mucho mi atención. No tenía ventanas; sólo una enorme puerta de madera con varios símbolos pintados que estaba cerrada. Quise tocar, necesitaba entrar y saber qué había en el interior de ese lugar. Pero moría de hambre y mi madre ya estaba adelante mirándome con impaciencia para que la alcanzara e ir a comer.
«Terminando de comer vuelvo», pensé. Dos horas después la busqué, pero, aunque recorrí exactamente el mismo camino, lo único que estaba ahí era una tienda de artesanías, con la puerta de metal —sin símbolos— completamente abierta.

La última vez fue hace unos días. Iba caminando de regreso de mi trabajo. Había sido un día muy cansado, repleto de juntas y además se me había olvidado llevar mi cartera, así que no había comido. Al no tener para el pasaje, tuve que caminar desde las oficinas a mi casa. Hubiera sido más fácil pedirle prestado a alguno de mis compañeros, pero la vergüenza fue más fuerte que el sentido común. Para llegar a mi casa hay que atravesar un parque, donde normalmente hay una o dos personas corriendo y otras tantas jugando con sus perros. Esta vez estaba vacío a excepción de un hombre, parado a un lado de la fuente. Me volteó a ver con mucha intensidad y yo me puse nervioso porque pensé que me iba a asaltar. Ya me estaba despidiendo mentalmente de mi celular y rezando —aunque ni creo en Dios— porque no me hiciera nada. Me debatí entre correr hacia el frente o dar la vuelta aunque me alejara de mi destino. El hombre me sonrió y de pronto ya no tuve miedo.

—¿Me recuerdas? —preguntó. De golpe recordé esa primera vez hacía tantos años y supe con una certeza desconocida que era aquel niño misterioso—. Es tu última oportunidad, el portal no se abrirá nuevamente para ti —me advirtió extendiéndome la mano.

No lo pensé esta vez, necesitaba saber a dónde me llevaría. Tomé su mano con fuerza.

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“Esta recopilación participa en el Reto anual: 12 meses 12 Relatos 2020 organizado por De aquí y de allá by TanitBenNajash”

Muchas gracias a Nea Poulain por betearme este relato. 

Palabras: 937

Gracias por leer. Se agradecen los comentarios 

viernes, 10 de enero de 2020

Reto Anual: 12 Meses 12 Relatos

Decidí revivir el blog (intento no. 32749) para inscribirme a un reto de escritura. Nunca he dejado de escribir, en realidad, llevo cinco años participando (y fallando, menos una vez) en el NaNoWriMo. Pero esa necesidad de crear historias con frecuencia y realmente hacerlo es más reciente, desde hace dos años exactamente, se podría decir que re-descubrí la pasión. En parte tiene que ver con el renacer de mi amor por Harry Potter y, por consecuencia, del fanfiction. 

Otra consecuencia de ello fue el nacimiento de Volver a Hogwarts, que me llevó a conocer personas maravillosas que ahora considero mis mejores amigas y amigos. Entre esas personas está Tanit. Quien organizó un reto de escribir un relato por mes durante el 2020. Les dejo el link a su blog para que lean bien en qué consiste.

Así que me animo a participar en la modalidad difícil. Todo lo que vaya saliendo lo verán aquí publicado. 


Irá sacando otros retos por mes, variaditos. Algunos quizás los publique aquí, si son originales, si son fanfics, será en mi perfil de ff.net