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jueves, 28 de enero de 2021

De piedra

Escaló la verja de metal con la facilidad que varias noches haciendo lo mismo le habían dado. Caminó entre las tumbas sin tropiezos, a pesar de la oscuridad; conocía ese camino de memoria, podría recorrerlo con los ojos cerrados. Bueno, quizás eso último fuera una exageración; no se atrevía a probar y acabar cayendo a alguna fosa recién excavada o perturbar a algún fantasma al golpear su lápida. 

Llegó a la parte más descuidada del cementerio, donde las lápidas habían perdido sus nombres, desgastadas por el tiempo, y la hierba crecía sin que los familiares ni el gobierno se preocupara por recortarla. Entre las criptas victorianas estaba su destino. 

—Hola —saludó a la estatua susurrando, aunque sabía que no sería devuelto.

Sacó de su mochila un trapo y su cantimplora para mojarlo y comenzó a limpiarla con cuidado, retirando la mugre acumulada por quién sabe cuántos años.

Era una mujer joven, de cabello largo echado hacia atrás por una corona de flores, y cubierta con una túnica. Sus finos labios se curvaban ligeramente hacia arriba como si ocultara un secreto y su nariz pequeña y ligeramente achatada le parecía adorable. Tenía los ojos cerrados; el artista incluso se había preocupado por hacerle pestañas. Llevaba una de sus manos al pecho y el otro brazo relajado a su costado. Era hermosa y a pesar de la hiedra y suciedad parecía que la habían esculpido apenas. Cada vez que la miraba sentía como el pecho se le comprimía en una mezcla de nostalgia y anhelo que no se podía explicar. Desde la primera vez que la vio.

***

El balón se había volado al interior del cementerio y ella perdió el sorteo para ver quién iba a buscarlo. Tuvo que darle toda la vuelta a la cuadra para entrar, se dirigió hacia la parte que colindaba con el parque. Se puso de peor humor cuando vio que estaba todo lleno de maleza y que no se veía por ningún lado el balón. Resignada comenzó a mover las plantas, se detuvo cuando tocó algo frío y duro y retiró la mano con desagrado, pero luego decidió inspeccionar qué era. Al quitar una de las ramas fue que develó el rostro de la estatua. 

El corazón le dio un brinco cuando su celular vibró en el bolsillo. 

—No encuentro el maldito balón —respondió enfurruñada—, no se puede pasar a donde cayó. 

—Déjalo ahí entonces, dice Luis que compra otro —le contestó su amiga.

—Podría haber dicho eso antes de mandarme aquí —dijo y colgó de mal modo. 

Regresó al día siguiente, dado que no había podido dejar de pensar en la estatua. Le intrigaba y quería saber más de qué había ahí. La profunda impresión que le había causado sólo ese pedazo de escultura la instaba a volver para descubrirla por completo. 

Para su mala fortuna ese día había un entierro y no se atrevió a explorar cerca de ellos; al siguiente día la sorprendió el vigilante y le dijo que no debía estar ahí; y, la última vez que intentó ir de día, descubrió que los lunes lo cerraban. Así que decidió ir de noche y a esa noche le siguieron varias en las cuales iba poco a poco retirando las plantas que la cubrían y develándola por completo, limpiándola poco a poco

***

Sabía que era una tontería estar enamorada de una estatua, pero no encontraba otra manera de describir esa emoción que la embargaba cuando estaba ahí. En sus fantasías imaginaba que la estatua era una princesa hechizada o una dulce dama maldita a permanecer como piedra hasta que algo pasara que rompiera la maldición. Que cuando acabara de limpiarla regresaría a su verdadera forma. O quizás si entrelazaba sus dedos entre los tiesos dedos de mármol. Incluso intentó —una vez que terminó de limpiarle el rostro— con un beso. En los cuentos de hadas siempre se rompen los hechizos con el beso del verdadero amor… 

Se sintió bastante tonta cuando, habiéndose parado de puntillas para presionar sus labios contra los de la estatua, no ocurrió nada. Soltó una risa nerviosa.

—¿Qué esperabas que pasara? —se dijo a sí misma decepcionada.

***

Las visitas al cementerio y los intentos por romper la maldición inventada se fueron haciendo cada vez más escasos. La opresión en su pecho encontró otro motivo, otro destinatario. La estatua permanecía fría e inmóvil en su lugar, limpia y visible para todo el mundo. Olvidada una vez más.


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“Esta recopilación participa en el Reto anual: 12 meses 12 Relatos 2021 organizado por De aquí y de allá by TanitBenNajash”

Muchas gracias a Nea Poulain por betearme este relato

Palabras:  737

Gracias por leer. Se agradecen los comentarios