PersonalLibros  photo caravana_06.jpgArteCosas lindas que encuentro, mis favoritos de la semanaViajes

jueves, 17 de diciembre de 2020

Relato diciembre || Intercambio de almas

Me dijeron que era la única que podía regresar las almas a sus cuerpos verdaderos. Pasé tres noches y tres días estudiando los libros de los antiguos maestros, hasta que ya no me podían esperar más. El ritual salió mal, ahora todos estamos en peligro. 

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“Esta recopilación participa en el Reto anual: 12 meses 12 Relatos 2020 organizado por De aquí y de allá by TanitBenNajash”

Palabras:  50

Y con esto termino el reto de este año. Me siento muy feliz de haber logrado escribir los doce relatos :)

Gracias por leer. Se agradecen los comentarios 

domingo, 29 de noviembre de 2020

Relato noviembre || Satiskiller

Al principio todo era maravilloso, justo como todas sus amigas le habían dicho, los orgasmos que ese aparato le hacía tener eran los mejores que había tenido en su vida. Pronto se volvió parte de su rutina diaria al terminar sus labores y era todo perfecto. Hasta ese día. 

Empezó como otras veces: en lo mínimo. Subió un poco la potencia, para sentir con mayor intensidad y ahí fue cuando empezó el horror. 

Intentó bajarle la velocidad pero el dolor se hizo más intenso así que simplemente decidió quitarlo. Fue entonces que se dio cuenta que estaba atorada. Intentó apagarlo sin éxito. Aguantando el dolor siguió intentando arrancarlo, incluso con ambas manos. Para entonces la mitad de su cuerpo estaba en el interior del aparato. ¡La estaba succionando entera!

Los gritos se acallaron al tiempo que se apagó el succionador, haciéndose el silencio absoluto en la habitación vacía.

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“Esta recopilación participa en el Reto anual: 12 meses 12 Relatos 2020 organizado por De aquí y de allá by TanitBenNajash”

Inspirado en una palabra: Orgasmo

No beta we die like women. En realidad me dio pena molestar a Nea porque anda más ocupada que yo.

Palabras:  148

La verdad es que desde que me enteré que hay personas que se han muerto por culpa de sus vibradores o dildos (es como 1 en mil o algo, tampoco es que pase mucho) me quedé traumada y ahora veo con desconfianza los míos *risa nerviosa* Luego todo el mundo habla de los satisfyers y quiero uno pero todas las veces que he estado a punto de comprarlo porque está en descuento resulta que el descuento se acabó o algo y pagarlo completo me da codo, que para algo tengo mis dedos y son gratis. TMI, perdón. Además me acuerdo de eso y me da miedo, qué ridícula, ya sé. Pero así surgió la idea de este relato, jeje.

Gracias por leer. Se agradecen los comentarios 

sábado, 31 de octubre de 2020

Relato octubre || Llanto

 Desde que existo escucho gente llorar. Todo el tiempo —y más fuerte que otras cosas—; incluso que el sonido de las máquinas, que los doctores corriendo de un lado a otro y que el de las personas cuchicheando en voz baja para no molestar a los enfermos.

Fue el primer sonido que aprendí a distinguir. A veces son los pacientes que lloran en las noches cuando creen que nadie lo nota, o los familiares y amigos de estos cuando temen que no sobrevivirá. Pero aquel llanto que más me conmueve, y el que he aprendido es más común, es el de los que atienden a los enfermos. Ven a la muerte todos los días y tratan de arrebatarle sus víctimas, a veces sin éxito.

Últimamente los oigo más. Se encierran para que no los vean, avergonzados de su desesperación, su cansancio, miedo y preocupación, más que antes. El llanto está ahogado por las capas de tela y encima de ellas plástico, pero yo lo escucho más fuerte que nunca. Me pregunto, ¿por qué será?

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“Esta recopilación participa en el Reto anual: 12 meses 12 Relatos 2020 organizado por De aquí y de allá by TanitBenNajash”

Muchas gracias a Nea Poulain por betearme este relato

Palabras:  174


Gracias por leer. Se agradecen los comentarios 

miércoles, 23 de septiembre de 2020

Relato septiembre || Náufrago

Trató de gritar una vez más pero al abrir la boca lo único que consiguió fue tragar agua. Tosió violentamente, tratando tomar aire y mantenerse a flote al mismo tiempo. Cada vez era más difícil intentar no hundirse. Los ojos le ardían; apenas si podía mantenerlos abiertos.

No veía nada más que mar alrededor suyo; por más que gritara, nadie contestaba. No sabía si era el último sobreviviente. Había nadado en busca de los demás, pero sólo había encontrado pedazos del barco; había intentado aferrarse a ellos, pero las corrientes se los habían arrancado de las manos.

No sabía cuántas horas habían pasado; seguía igual de oscuro, pero él sentía que llevaba horas pelando contra el mar.

Le pesaban los brazos y las piernas, los sentía entumecidos por el frío y el cansancio de moverlos para no hundirse. Le quemaba la garganta, nunca había experimentado tanta sed. La cabeza le retumbaba. Por momentos deseaba rendirse, pero una chispa de rebeldía ante lo inevitable lo obligaba a luchar y a seguir vivo.

De pronto sintió algo rozarle el pie. Agitó las piernas para alejarlo, seguro de que sería una basura o un pez. Por un momento sirvió, pero pronto volvió a sentir algo viscoso enroscarse en su tobillo, y antes de patalear la cosa tiró de él arrastrándolo a las profundidades.

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“Esta recopilación participa en el Reto anual: 12 meses 12 Relatos 2020 organizado por De aquí y de allá by TanitBenNajash”

Muchas gracias a Nea Poulain por betearme este relato

Palabras:  220

Gracias por leer. Se agradecen los comentarios 

sábado, 22 de agosto de 2020

Despertar || Relato agosto

 Me desperté en un bosque, desorientada y sin saber cómo había llegado ahí. Caminé hasta el castillo que podía ver a lo lejos. En la entrada me recibió un caballero. Sentí que lo conocía, pero no podía recordar su nombre ni en dónde lo había visto.

—Te estábamos esperando, Raquel —me regañó—, ¿por qué tardaste tanto?

No supe qué contestarle; sólo me encogí de hombros. Lo seguí por los pasillos hasta una puerta de madera enorme que se abrió con un rechinido por arte de magia y se cerró de la misma manera en cuanto entré a la habitación. En el interior había únicamente una enorme cama con dosel. Me acerqué y vi que en ella dormitaba una princesa.

Entendí que era mi destino romper su maldición y despertarla. Pero no me parecía eso de darle un beso sin su consentimiento, así que traté sacudiéndola del hombro con suavidad. No funcionó. Intenté con mayor brusquedad. Nada. Jalé las sábanas para destaparla, le di palmaditas en la cara, intenté abrir sus ojos con los dedos, le hice cosquillas, brinqué en el pedazo de cama desocupado, busqué al caballero para pedirle agua y le salpiqué la cara —tampoco se la quise echar encima, qué tal si le hacía daño—, grité «¡despierta!»… Nada. Luego pensé que igual y el beso no tenía que ser en la boca, pero tampoco funcionó dárselo en la frente.

Finalmente desistí y mejor me acosté a un ladito, al cabo que la cama era enorme y no la iba a molestar. Nos tapé a ambas y me dormí.

Desperté en mi propia cama, desorientada y sin saber cómo había llegado ahí. A mi lado estaba la princesa.

—Gracias por despertarme —me dijo.

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Muchas gracias a Nea Poulain por betearme este relato

Palabras:  284

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lunes, 27 de julio de 2020

Enfermedades temporales || Relato julio


Creo que mi calendario se enfermó. No estudié medicina así que desconozco cómo interpretar los síntomas y, por primera vez desde que tengo acceso al internet, este no me da respuestas. Ni siquiera un «cáncer de días» o «gripa de días festivos». ¿Existirá tal cosa o me estoy inventando enfermedades?

Traté de buscar algún especialista, pero todos me tiran de loca. «¿Cómo va a estar enfermo un calendario?». No, no un calendario. Mi calendario. «Es lo mismo, no puede estar enfermo un objeto inanimado».

Pues no es lo mismo. Todos los demás calendarios funcionan perfectamente: de enero a diciembre, de lunes a domingo. Los números aparecen en el orden correcto: uno, dos, tres… y así hasta el treinta o treinta y uno, dependiendo el mes. Pero mi calendario hace lo que quiere: un día es lunes y de pronto, ¡bam!, ya es domingo.

No sería tan malo si no fuera porque ya van varios compromisos que me pierdo por culpa de la extraña condición que lo aqueja. Las personas con las que había quedado no me creen que no es mi culpa, sino de mi calendario enfermo que se salta los días. Yo tan tranquila pensando que es apenas lunes doce de abril; me voy a dormir y cuando despierto resulta que estamos a sábado veintidós. El concierto del trece y la cena con mis amigas del dieciséis completamente perdidas porque a mi calendario se le antojó. Y no se diga el trabajo, del que me corrieron porque falté una semana entera sin avisar.

Pero hasta ahí no iba tan mal la cosa. ¿Qué son algunos amigos? Y de todas maneras mi trabajo no me gustaba tanto. El verdadero problema vino cuando llegó mi casera a decirme que le debía dos meses de renta.

—Pero si sólo han pasado dos semanas desde el pago anterior —repliqué revisando mi calendario, donde efectivamente tenía marcado un «pago de renta» dos semanas antes—; se lo di el primero de mayo. —Señalo mi calendario para que lo vea.

—Estamos a veintiocho de julio.

Me mira con preocupación.

—Ahora mismo le transfiero —le digo antes de que decida correrme. Por suerte el perderme los compromisos hizo que ahorrara dinero.

Creo que mi calendario está enfermo. Antes se saltaba días, pero ahora se los come, repitiéndolos por semanas enteras. ¿Será que ustedes saben cómo puedo curarlo?

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Muchas gracias a Nea Poulain por betearme este relato

Palabras:  390

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lunes, 29 de junio de 2020

Los monstruos que se llevaron a papá || Relato junio


Un abrazo, un beso en la frente y sus últimas palabras: «Pórtate bien, obedece a tu madre y no olvides tus oraciones». Pensó que volvería después de eso, que, como las otras veces en las que se había ido, regresaría en un par de días; pero esta vez no es así.

—Se fue al otro lado para acompañar a tu tío Juan —le explica su madre—, para que no se los lleven.

—¿Quiénes?

—Los monstruos esos que nos prohibieron ir a misa.

Se estremece ante la mención de los monstruos. Nunca los ha visto, pero ha escuchado hablar de ellos, sabe que su papá los combatía en nombre de Cristo Rey y la Virgen, junto con tu tío y el esposo de Gertrudis, la cocinera. Pero no sabe cómo se ven y su mente de ocho años se imagina unas criaturas horrorosas de ojos rojos y garras.

—Se alejaron de Dios y sus designios—dice su madre santiguándose—, quieren convertirnos a todos en monstruos como ellos. Destruirán al país con sus blasfemias.

Agrega unos cuernos enormes y pezuñas a la imagen que tiene de ellos.

—Esos pinches perros del gobierno —escucha decir a Lupita, su nana, a Gertrudis, la cocinera, cuando creen que no escucha— se van a ir derechito al infierno por infieles.

Pelos y colmillos afilados se incluyen.

Atacan el domingo en la mañana, a la hora del rosario. Los gritos de Lupita desde la entrada las alertan con el tiempo suficiente para que su mamá y Lupita oculten los rosarios y las Biblias en sus bolsas y sacaran la baraja de cartas. Ella se esconde detrás del sillón, atemorizada.

Irrumpen con los fusiles en las manos —manos humanas, sin garras.

—Sentimos interrumpir, señoras. —Un hombre grande y bigotón se adelanta a los demás, fingiendo una sonrisa; tiene los dientes chuecos, pero no son colmillos—. Tenemos una orden de aprehensión para su esposo por colaborar con los rebeldes.

Escanea con la mirada la sala, mirando con el entrecejo fruncido, buscando algo.

—Mi marido no está —dice su madre con la voz firme.

—Disculpe que no le crea, señora. —Hace una señal hacia sus hombres—. Muchachos, busquen en todas partes.

Los militares se van con las manos vacías, igual que las dos siguientes veces que van a buscarlo. Cada vez les tiene menos miedo. Los monstruos sólo son personas. Pero aunque los «monstruos» ya no la asustan y el conflicto termina dos años después, su padre no regresa.


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“Esta recopilación participa en el Reto anual: 12 meses 12 Relatos 2020 organizado por De aquí y de allá by TanitBenNajash”

Muchas gracias a Nea Poulain por betearme este relato

Palabras:  409

Este relato transcurre en la Guerra Cristera. Está inspirado en mi abuela paterna, su papá se fue a Estados Unidos junto con su hermano porque les avisaron que los iban a encarcelar por participar en ella (de lado de los religiosos). El señor se hizo pintor en Cleverland, Ohio y formó otra familia. Sí volvió, pero muchos años después, para morirse, el cabrón. Aún así esta escena es completamente inventada, pues ella nunca quiso contarnos de esos días, pero toda su vida estuvo marcada por el trauma del abandono. 

Gracias por leer. Se agradecen los comentarios 

miércoles, 27 de mayo de 2020

Eco en los azulejos || Relato mayo


Te dejó en ese lugar extraño y apretado. Prácticamente no puedes moverte y ni siquiera puedes sumergir todo tu cuerpo. Aunque el agua ahí tiene una textura distinta y pica un poco, al menos ya no te estás secando. Eso dolía mucho y sentías que no podías respirar.

Parece una caverna brillante; las paredes son blancas y suaves, igual que el piso, aunque tienen unas manchas amarillosas. Hay unas estructuras extrañas, recuerdas que has visto parecidas en los barcos hundidos que te gustaba explorar en búsqueda de tesoros. Tu mirada se detiene en la red, un bulto en la esquina pegada a la entrada, que bloqueó cuando salió prometiéndote volver pronto. Sientes un escalofrío.

Te advirtieron de los peligros de la superficie. Pero tu curiosidad pudo más que el sentido común y desobedeciste. No encontraste nada interesante, para tu enorme decepción. Estabas nadando de regreso cuando de un segundo a otro te encontraste dentro de esa prisión. Trataste de escapar, mordiendo con tus afilados dientes las cuerdas que te envolvían, agitándote desesperadamente —sólo lograste atorarte más— y cuando sentiste que tiraba hacia arriba sentiste el terror apoderarse de ti.

Agitas tu cola y tratas de acomodarte de alguna forma más cómoda, salpicando agua por todas partes. Se te está acalambrando ante la falta de movimiento. También sientes sueño, pues ya te cansaste de observar todo a tu alrededor. Es tan aburrido estar ahí. Ya ni siquiera sientes miedo. Aceptas la posibilidad de tu muerte, sólo esperas que no duela mucho.

Te preguntas qué harán con tu cuerpo, si te arrancarán las escamas y comerán tu carne. O si te disecarán y te expondrán para que todos te vean. Eso lo pueden hacer mientras sigas con vida, también, pero ¿de verdad quieres eso?

Piensas en tu familia y amigos. No le dijiste a nadie que subirías, por miedo a que te detuvieran. Ahora te arrepientes. Al menos así sabrían que no escapaste o que no te fuiste a buscar tesoros por ahí. Quizás sí saben que te capturaron. Si es así, probablemente creen que ya no vives, y eso te entristece. No debiste ser tan egoísta.

Cantas. Es lo único que te queda para pasar el rato mientras que esperas conocer tu destino. Tu voz rebota en las paredes y hace un eco que regresa a ti y te rodea. Suena distinto a cuando estás bajo el agua. No sabes si te gusta, pero definitivamente es algo extraño para ti. Vuelves a cantar, explorando esos sonidos.

Callas de pronto al escuchar ruidos que vienen de fuera. Te encoges, sosteniendo tu cola con tus brazos para tratar de ocultarte en vano. Tu corazón late desbocado ante el miedo que regresa a ti, la resignación previa se esfuma de pronto. Has escuchado cosas horribles sobre los humanos toda tu vida.

La puerta se abre. Mientras te cortaba la red atacaste con dientes y uñas, así que sabes que esas cicatrices en sus brazos y rostro fueron causadas por ti. Esperas que al menos te tema y eso haga que no se acerque de nuevo. Aunque quizás eso no sea tan bueno, necesitas un lugar con más espacio y más agua.

Sin embargo, sonríe.

—Vuelve a cantar. Por favor.

Ya no tienes miedo.

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Muchas gracias a Nea Poulain por betearme este relato

Palabras:  539

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lunes, 27 de abril de 2020

Tenemos que hablar || Relato abril

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Vivo un amor prohibido que roba mis latidos
Pero callarlo, ya no puedo
Porque contigo estoy en cero y él me pone a mil
Soy insensible a ti

Insensible a ti ~ Alicia Villarreal
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—Tenemos que hablar —me dijo muy serio.

En otra época esas tres palabras me hubieran llenado de angustia ante la incógnita del tema, pero ahora no me producían la menor emoción. Como todo lo que se trataba de él.

—Claro, mi amor —dije suavizando mi voz, fingiendo esa preocupación que me hubiera causado en otros tiempos.

Lo seguí hasta nuestra habitación. La cama perfectamente tendida se burlaba de mí y de mis intentos por aparentar que lo que fuera a decirme realmente me iba a importar. Ella sabía la verdad, había sido testigo y cómplice del engaño. La elegante cajonera de caoba, regalo de mis padres en nuestra boda, tenía un único cajón abierto, confirmándome lo que creía que había ocurrido. Había sido descubierta.

Controlé la sonrisa socarrona a tiempo para cuando él se giró a verme, señalando con la mano el cajón que, hasta entonces, había ocultado mi mayor secreto.

—¿Quieres explicarme esto? —me dijo entornando los ojos.

Esta vez no pude controlar la sonrisa, ni la risa burlona que siguió. Obviamente esto lo molestó aún más, su rostro se desfiguró ante el enojo, pero una vez más, ni siquiera sentí tantito miedo.

—¿Soy tu chiste acaso?

Estaba harta de ocultárselo y, dado que las circunstancias me obligaban, no quedaba de otra que revelárselo.

—Pues ya lo descubriste, así que de nada sirve negarlo —le dije, cruzándome de brazos.

—¿Desde cuándo? —Su gesto se tornó compungido, como si quisiera llorar. Me alivió saber que al menos lástima sí podía sentir, vaya.

—Desde hace cinco meses.

—Con razón —dijo, derrotado—, notaba algo distinto en ti, estabas más feliz, más guapa. Pero pensé que eras una mujer de bien, alguien decente. Nunca me hubiera imaginado algo así.

Esta vez me reí con ganas. «Mujer de bien».

—¿Qué querías que hiciera? —No había sido mi intención ser cruel, pero esa expresión se metía en lo más profundo y me remarcaba lo patético que era—. ¿Qué me quedara toda insatisfecha y aburrida?

—Podrías habérmelo dicho, hubiera intentado ser mejor esposo, mejor amante.

—Pues te lo dije muchas veces —me crucé de brazos y resoplé—. Pero tú te vienes y listo, se acabó el asunto. Te lo dije al menos unas cincuenta veces y terminó siendo más cansado que simplemente fingir que estaba de acuerdo con cómo me tratas en la cama. Y en todo.

—¿Y por eso recurriste a él?

—Sí. Él siempre me satisface.

Una sombra se cruzó por su rostro.

—Entonces quédate con él. Yo me voy.

Lo vi salir del cuarto, derrotado. Me encogí de hombros y caminé hacia el cajón. Entre la ropa desordenada estaba la prueba de mi «delito». Lo saqué con cuidado y lo acaricié con la mano libre.

—Ahora solo estaremos tú y yo.

Quién hubiera dicho que un simple aparato iba a ser el causante de mi divorcio.


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“Esta recopilación participa en el Reto anual: 12 meses 12 Relatos 2020 organizado por De aquí y de allá by TanitBenNajash”

Muchas gracias a Nea Poulain por betearme este relato

Palabras:  473

Gracias por leer. Se agradecen los comentarios 

viernes, 27 de marzo de 2020

Espectáculo de luz y sonido


Cae la noche sobre la antigua ciudad de Uxmal. La luna brilla casi llena sobre el cielo, pero desde el suelo no se distingue debido a los gruesos y oscuros nubarrones que la cubren, amenazando con dejar caer su pesada carga en cuanto se les indique.

Pero por el momento se contienen y esperan, observando con atención el espectáculo que se desarrolla debajo. Saben que hay alguien más que observa. O más bien son cientos de personas las que están abajo, mirando desde una mejor posición que ellas aquella fiesta —por llamarla de alguna manera— de luces y sonidos. Pero esas personas no son él.

Él no es una persona, pero tampoco es que no lo sea. A veces es carne, a veces es plumas, a veces piedras o a veces sólo un nombre . Pero esas cosas no importan; no a las nubes ni a él .

No sabe por qué disfruta tanto este espectáculo. Es un tanto ridículo, armado para satisfacer a los turistas que visitan diariamente. Las historias que cuentan, siempre con ese tono de misticismo y «magia» —sí, cómo no—, están plagadas de verdades a medias. Pero aún así aprecia que se le recuerde y que le recuerden, a través de éste, sus momentos de mayor esplendor.

Debería sentirse ofendido, piensa, a veces. Una cosa son los respetuosos rituales y fiestas que se siguen celebrando cada año en su honor y otra muy distinta es esta pantomima diseñada para extraer dinero a la gente. Pero en su lugar se divierte observando las paredes iluminarse con esas luces artificiales, escuchar —y casi sentir— el suelo vibrar como si cayeran truenos y observar los rostros emocionados del público.

El espectáculo termina. Las luces se apagan y se escucha un ensordecedor aplauso. Es su momento favorito pues suena como si cayera la lluvia, cada palmada como gotas de agua rebotando contra la piedra de las pirámides. Chaac sonríe mostrando los colmillos. Es la señal que esperaban las nubes y con una exhalación sueltan su carga con fuerza, sorprendiendo a los espectadores y empapándolos. Chaac blande su hacha partiendo el cielo de una tajada; la luz se cuela un instante, seguida por el estruendo causado al cerrarse.

Las personas abajo corren, cubriéndose como pueden y tratando de ocultarse de la lluvia. Chaac ríe a carcajadas, satisfecho de su travesura.


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“Esta recopilación participa en el Reto anual: 12 meses 12 Relatos 2020 organizado por De aquí y de allá by TanitBenNajash”

Muchas gracias a Nea Poulain por betearme este relato 
(y por tus comentarios bonitos). 

Y a Nanune Luna por revisarlo y ayudarme con sus conocimientos sobre los mayas.

Palabras: 387

Gracias por leer. Se agradecen los comentarios 

martes, 25 de febrero de 2020

Doña Reyna || Relato febrero


Me recomendaron que fuera a la casa de Doña Reyna a que me curara los dolores de pecho. La primera y última vez que había entrado a ese lugar tenía siete años. Iba acompañando a mi mamá, que estaba embarazada de mi hermanita, a su consulta semanal. Con esa visita bastó para que decidiera que no volvería nunca más.

Pero el dolor se hacía cada vez más intenso, al grado de dejarme en cama días enteros, y ninguno de los doctores que me revisaron supieron decirme a qué se debía. Una fortuna gastada en estudios para nada.

—Te han de haber hecho un mal de ojo —dijo mi madrina, una de las que me sugirió que fuera a ver a Doña Reyna—, o un conjuro de esos feos.

—Chale, tía, ¿en serio cree en eso? —No pude disimular mi escepticismo.

—A la hija de la maestra le hicieron uno —me aseguró—, a los cinco días no dejaba de vomitar bilis y sangre, pero Doña Reyna le hizo uno de sus menjurjes y al día siguiente estaba como nueva.

Así que pese a mi promesa hacía tantos años me encontré camino a la casa de la famosa Doña Reyna.

Las punzadas en el pecho y el esfuerzo de ir subiendo la colina me impedían ir rápido. Tenía que detenerme a agarrar aire cada tres pasos. Mi única preocupación era llegar antes de que anocheciera porque entonces sí me iba a dar más miedo entrar y hablar con la señora.

Toqué la enorme puerta de madera, temblando de pies a cabeza de nervios. Me abrió una mujerno mucho más grande que yo, de piel morena, como todos en el pueblo, y con el largo cabello negro recogido en una trenza.

—Buenas tardes —la saludé con timidez—, ¿está Doña Reyna?

—¿Pa’ qué la quieres? —entornó los ojos negros y brillantes, analizándome con tanta intensidad que me dio un escalofrío—. Tu mamá es Gloria, ¿verdad?

Asentí. Se movió a un lado para dejarme pasar.

La decoración no había cambiado en nada: las paredes cubiertas de cientos de santos y figuras que no reconocía —algunos de cabeza, otros amarrados con cuerdas—, veladoras de todos los colores eran la única fuente de iluminación, y colgadas en todas partes diferentes hierbas cuyo olor me atacó los sentidos, provocándome mareo. Una cama al fondo semi oculta por una cortina, una mesa de madera cubierta de frascos, dos sillas, una vieja estufa de leña y un mueble de muchos cajones.

—¿Qué es lo que tienes? —me preguntó, señalándome la silla junto a mesa para que me sentara.

—Vine a ver a Doña Reyna porque me duele mucho el pecho. —Me tallé justo donde dolía—. Los doctores no saben por qué, ¿no está en casa?

—Yo soy Doña Reyna. No preguntes —me advirtió, al ver que iba a hablar.

No era posible que la mujer en frente mío fuera Doña Reyna. La bruja ya era una anciana cuando vine por primera vez. «Quizás es su hija», me dije mentalmente, aunque no recordaba haber escuchado que Doña Reyna tuviera hijas. Decidí que no quería darle importancia a eso, lo que quería era que me curara —o admitiera que no podía— e irme corriendo de ese lugar.

—Quítate la camisa —me ordenó, al tiempo que abría y cerraba los cajones sacando cosas de algunos y colocándolos en la mesa. Luego me miró y me señaló—. Eso también, necesito que te descubras todo el pecho.

Obedecí y luego la observé echar las cosas en una olla sobre la estufa y prendía el fuego. Mezclaba lo que estaba preparando cada cierto tiempo, en completo silencio. Me aterraba hablar y que se molestara conmigo por distraerla. Al final apagó el fuego y sirvió el líquido resultante en una taza.

—Bébelo así caliente.

—Pero está hirviendo —me quejé.

—Te va a doler de todas formas —se encogió de hombros— y es más efectivo si lo tomas así.

Me quemé la boca y la garganta, y esperaba el ardor en el estómago, pero en su lugar el calor se extendió por todo mi pecho. Grité.

Cuando recuperé el conocimiento ya era de noche. De alguna manera me había llevado a la cama.

—Por fin despiertas —dijo con voz ronca y señaló el borde de la cama—. Tu ropa está ahí encima, ¿cómo te sientes?

Me sorprendió comprobar que el dolor había desaparecido por completo.

—Ya no duele —le dije, mientras me vestía sólo con la camiseta.

—Muchas gracias. ¿Cuánto le debo? —Me empecé a acercar a ella buscando en mis pantalones el dinero. Ella me detuvo levantando la mano.

—Tráeme dos conejos de la granja de tu mamá mañana.

—De acuerdo. —Me di la vuelta para salir, mientras dormía estaba bien, pero ahora me seguían asustando las figurillas, sentía que algunas me miraban— Muchas, muchas gracias.

Antes de salir me giré para volver a verla. Y podría jurar que, en unas horas, había pasado de ser una mujer joven a una de más edad. Pero me ganó más el miedo que la curiosidad, y además no podía ver bien porque mucha luz no había, así que me despedí y salí corriendo para volver a casa. 

Definitivamente ya no me dolía nada.

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“Esta recopilación participa en el Reto anual: 12 meses 12 Relatos 2020 organizado por De aquí y de allá by TanitBenNajash”

Muchas gracias a Nea Poulain por betearme este relato. 

Palabras: 864

Gracias por leer. Se agradecen los comentarios 


lunes, 27 de enero de 2020

Puertas || Relato de enero


La primera vez que ocurrió tenía ocho o nueve años. Las niñas de mi escuela no me dejaban jugar con ellas y ya me había cansado de jugar fútbol con los niños, así que fui a mi lugar favorito. Al fondo del campo donde estaban las canchas había un enorme árbol sin hojas: su tronco retorcido permitía subirse a él con facilidad y encontrar lugares dónde sentarse. Me gustaba ir ahí cuando el mundo se volvía demasiado abrumador; nadie me molestaba, podía leer u observar de lejos a mis compañeros.

Para mi sorpresa ya estaba ocupado por un niño que no había visto antes. Empecé a retroceder, dispuesto a buscar un lugar distinto para pasar mi recreo, pero él me llamó por mi nombre. Había algo en su manera de pedir que no me fuera que me hizo decidir quedarme. Platicamos todo el recreo y al final de este me pidió que lo acompañara a su casa. El timbre para anunciar que debíamos volver a clases sonó y confundido por su petición y preocupado de llegar tarde me despedí de él.

Pregunté por él los días siguientes, pues ya no regresó al árbol, pero nadie parecía conocerlo.

La segunda ocasión fue unos años después, ya en secundaria, durante un viaje escolar. El paseo era en un bosque, famoso por su río de aguas calientes. Cuando llegamos al lugar donde íbamos a quedarnos a nadar y comer, desobedeciendo a los profesores, mi mejor amiga y yo nos separamos del grupo. No nos alejamos mucho: sólo volvimos unos metros atrás, porque camino al lugar vimos una cueva, no muy grande; no parecía muy profunda, pero a los dos nos dio curiosidad y decidimos explorarla.

Honestamente estaba un poco asustado de que hubiera algún animal salvaje o serpientes en esa cueva, pero la emoción de la aventura fue más fuerte que mi miedo. Unos pasos adentro vimos que la cueva se bifurcaba, así que decidimos separarnos. Poco más adelante se dividía nuevamente, así que decidí tomar el camino izquierdo. Mientras más avanzaba más sentía el impulso de seguir. Olía a humedad y musgo. Pese a que ya no se veía la entrada, podía ver perfectamente gracias a que más adelante se veían pequeñas luces, como series de navidad parpadeantes y con eso era suficiente para iluminar el camino.

No pude avanzar mucho más, pues el grito de mi amiga llamándome me hizo regresar corriendo. Con el corazón en la garganta pensando que algo le había pasado por su tono de desesperación. La encontré donde nos habíamos separado: había estado llorando. Cuando me vio me abrazó con tanta fuerza que me dolió. Me explicó que su lado de la cueva no era muy largo y luego de esperarme quince minutos había intentado entrar a buscarme, pero estaba oscuro y mejor me empezó a gritar, pero no respondía. Estaba ya a punto de ir a buscar a los maestros cuando salí por fin. Decidimos volver, pues no queríamos que se dieran cuenta de que nos habíamos alejado. Unos meses después regresé al lugar. Ahí estaba la cueva, tal y como la recordaba, pero el camino que yo había tomado llegaba apenas medio metro adelante, incluso se podía ver la roca desde afuera y no tenía una segunda bifurcación.

La tercera fue cuando iba a cumplir dieciséis años. Fui con mi familia a conocer un pueblo. No era la primera vez, pues nos gustaba ir ahí por su cercanía a un bosque y porque la plaza es muy linda, sus calles empedradas y casitas rústicas son como salidas de un cuento. Caminando desde la cabaña que habíamos rentado al centro pasamos por una casa que llamó mucho mi atención. No tenía ventanas; sólo una enorme puerta de madera con varios símbolos pintados que estaba cerrada. Quise tocar, necesitaba entrar y saber qué había en el interior de ese lugar. Pero moría de hambre y mi madre ya estaba adelante mirándome con impaciencia para que la alcanzara e ir a comer.
«Terminando de comer vuelvo», pensé. Dos horas después la busqué, pero, aunque recorrí exactamente el mismo camino, lo único que estaba ahí era una tienda de artesanías, con la puerta de metal —sin símbolos— completamente abierta.

La última vez fue hace unos días. Iba caminando de regreso de mi trabajo. Había sido un día muy cansado, repleto de juntas y además se me había olvidado llevar mi cartera, así que no había comido. Al no tener para el pasaje, tuve que caminar desde las oficinas a mi casa. Hubiera sido más fácil pedirle prestado a alguno de mis compañeros, pero la vergüenza fue más fuerte que el sentido común. Para llegar a mi casa hay que atravesar un parque, donde normalmente hay una o dos personas corriendo y otras tantas jugando con sus perros. Esta vez estaba vacío a excepción de un hombre, parado a un lado de la fuente. Me volteó a ver con mucha intensidad y yo me puse nervioso porque pensé que me iba a asaltar. Ya me estaba despidiendo mentalmente de mi celular y rezando —aunque ni creo en Dios— porque no me hiciera nada. Me debatí entre correr hacia el frente o dar la vuelta aunque me alejara de mi destino. El hombre me sonrió y de pronto ya no tuve miedo.

—¿Me recuerdas? —preguntó. De golpe recordé esa primera vez hacía tantos años y supe con una certeza desconocida que era aquel niño misterioso—. Es tu última oportunidad, el portal no se abrirá nuevamente para ti —me advirtió extendiéndome la mano.

No lo pensé esta vez, necesitaba saber a dónde me llevaría. Tomé su mano con fuerza.

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“Esta recopilación participa en el Reto anual: 12 meses 12 Relatos 2020 organizado por De aquí y de allá by TanitBenNajash”

Muchas gracias a Nea Poulain por betearme este relato. 

Palabras: 937

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