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miércoles, 28 de abril de 2021

Gran Aventura

 He came to me with the sweetest smile
Told me he wanted to talk for a while
He said Peter Pan that's what they call me
I promise that you'll never be lonely.

Lost Boy ~ Ruth B.

El aire helado de la noche te cala la piel y te hace estremecerte incluso bajo el abrigo que te pusiste sobre la pijama de felpa para tratar de soportar el frío. No quieres cerrar la ventana. No puedes hacerlo. ¿Qué tal que él llega y la encuentra cerrada?

Porque va a venir, lo prometió. Por eso esperas.

Pacientemente a veces, al borde de la desesperación otras. Las noches cálidas aprecias la brisa; no tanto a los mosquitos que se meten libremente y se dan un festín con tu sangre. Las noches frías es un poco más difícil. Al menos no vives en Londres donde el frío es el común denominador y a estas alturas del año la nieve cubre las calles. El frío aquí es mucho más manejable. Las noches con lluvia son las peores, tienes que recorrer tu cama y quitar las cosas del piso; poner cubetas para tratar de captar el agua y trapear cada tanto para evitar que la duela se hinche.

Te preguntas cuánto más tardará, porque el tiempo se te acaba, la vida se te escapa.

Cuando la espera se te hace casi insoportable te hundes en la memoria. Recuerdas la primera vez que te visitó en esa misma habitación, su risa tintineante cuando encontró su sombra colgada en tu closet, perfectamente planchada y procedió a arrugarla intentando engraparla a sus zapatos. El grito que pegó cuando la grapa atravesó su suela y se encajó en su dedo te despertó. Pensaste que se había metido un ladrón y estuviste a punto de llamar a gritos a tu madre cuando escuchaste que lloraba, eso te detuvo. Saliste de tu cama y te acercaste en puntitas al niño apenas un poco mayor que tú que lloraba mientras se sobaba el pie y sostenía con el puño la sombra.

—¿Por qué lloras?

El niño se sobresaltó y pegó un brinco del que no bajó. Tus ojos se abrieron enormes al ver que estaba flotando.

—¡Sabes volar! —exclamaste.

El niño, sonrió con suficiencia.

—Pues claro, ¿tú no?

Negaste con la cabeza.

—Pues te voy a enseñar. Pero antes, —levantó la sombra que se retorcía intentando escapar del agarre—, ¿me ayudas a pegarme esto? La muy traviesa se me volvió a escapar porque se rompieron las costuras. ¿Sabes coser?

Negaste con la cabeza, de nuevo.

—Puedo pegarla con algo —sugeriste y fuiste a tu escritorio a buscar la pistola de silicón en uno de los cajones; cuando lo abriste una lucecita se paseó frente a ti produciendo un tintineo y se fue volando. Revoloteó produciendo más de ese tintineo alrededor del chico.

—Ups, perdón —dijo el niño a la luz—, no me fijé. No te enojes conmigo.

Te divirtió ver cómo intentó alejar a la lucecita que atacaba su rostro con una mano. Ayudaste a pegar la sombra que dejó de agitarse sin orden y replicó los movimientos de su dueño como lo suelen hacer las sombras.

Entonces se presentaron y supiste que su nombre era Peter Pan. Te enseñó a volar, con la ayuda del polvo mágico de Campanita, el hada, y pensamientos felices. Luego de volar varios minutos por tu habitación te habló de Nunca Jamás. De sirenas, piratas, la tribu de Tigridia; de aventuras, juegos y aves con nidos en sombreros. No dudaste en acompañarlo cuando te lo pidió.

A veces te entra la duda. ¿Y si fue todo un sueño? Tu psiquiatra y tu padre dicen que lo fue: «una fantasía producto del trauma por el tiempo que te tuvieron los secuestradores». Pero sabes que es real. Tienes el collar de bellotas que te dio, la pluma del ave y la escama de sirena que te dio una de ellas en agradecimiento por haberla rescatado de un tiburón para probarlo. Aunque para ellos no sea muestra suficiente, para ti sí.

Fueron los mejores meses —¿o años?, el tiempo no funciona igual en ese lugar— de tu vida. Pero tuviste que irte, tu madre estaba enferma cuando te marchaste con Peter sin dejar siquiera una nota de despedida. Lo habías olvidado, pero de pronto lo recordaste y te dio miedo que le hubiera pasado algo en tu ausencia. Con frecuencia te arrepientes de haber tomado esa decisión. Cuando le dijiste a Peter lo tomó mal, hizo un berrinche impresionante que hizo que todos los árboles de Nunca Jamás se quedaran sin hojas. Pero luego de eso te regaló el collar y te llevó de vuelta a tu casa.

Cuando lo viste en el marco de tu ventana, dispuesto a volver sentiste miedo y lo detuviste.

—¿Volverás por mí? Sólo quiero asegurarme de que mi mamá está bien.

—Volveré. Lo prometo —te dijo sonriendo de esa manera que tanto te gustaba y se fue volando. Lo observaste alejarse hasta que dejaste de verlo.

No va a romper su promesa, te repites. Es solo que el tiempo en Nunca Jamás es distinto, y quizás para Peter no ha pasado tanto como para ti. Tampoco tiene manera de saber que debe apresurarse, de que una maldita enfermedad consume tus entrañas y tu cuerpo lenta pero inevitablemente. La misma enfermedad que se llevó a tu mamá.

Tiemblas de nuevo cuando te acercas aún mas a la ventana para mirar. Tu enfermera insiste en que no es bueno que tu cama esté pegada a la ventana si la vas a tener abierta. Tu cuerpo resiste menos el frío y una gripa podría matarte. Pero te gusta mirar las estrellas. Te imaginas que lo ves de lejos y le gritas, y él llega volando sonriendo y te abraza. Se ríe en tu oído y en tu mente casi puedes escuchar cómo dice:

—Tengo muchas aventuras que contarte, por eso no vine por ti, estuve ocupado. ¡Pero ya estoy aquí! Como lo prometí.

Te toma la mano y de un brinco se van los dos volando a la segunda estrella a la derecha, hasta el amanecer.

La enfermera entra y lo primero que hace es reñirte por dormir otra vez con la ventana abierta. Se acerca a tomarte el pulso y darte tus medicinas. Pero ya no puede hacer ninguna de las dos cosas. Ya no estás ahí, has vuelto a casa.

Neverland is home to lost boys like me
And lost boys like me are free.

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“Esta recopilación participa en el Reto anual: 12 meses 12 Relatos 2021 organizado por De aquí y de allá by TanitBenNajash”

Palabras:  1031 (sin contar la canción)

Gracias por leer. Se agradecen los comentarios