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jueves, 30 de diciembre de 2021

Los secretos del caracol

Estaba perdida, cansada, hambrienta y le dolían los pies de tanto caminar en la arena que, al principio, parecía suave, una caricia a los pies, pero conforme avanzaba por la playa se llenó de piedras y pedacitos de conchas que se clavaban en ellos, lastimándola. Pensó que siguiendo la línea del mar, volviendo por sus pasos encontraría de nuevo el lugar donde estaban acampando sus padres. Pero caminaba y caminaba y no llegaba, quizás se había alejado demasiado ensimismada como iba en sus fantasías de ver un delfín o una ballena, que según les había dicho el hombre que manejaba la lancha que los había llevado a la isla, se podían ver al atardecer, jugando entre las olas. No vio ningún delfín, ni ballena, ni siquiera un triste pececito que se acercara a la orilla. 

Había ido recogiendo las conchitas que encontraba completas y guardándoselas en las bolsas de su vestido favorito (porque tenía bolsas era su favorito) y ahora se arrepentía un poco porque sentía que le pesaba. El sol comenzaba a meterse en el mar, coloreando el cielo y el océano de rojos y naranjas preciosos que apreciaría en otra situación, pero que en ese momento sólo le traían angustia de saber que se haría de noche. 

Algo pisó que se le encajó en el pie haciéndola gritar con fuerza y caer hacia atrás, mojándose hasta la cintura por culpa de una ola que llegó. Se sobó el pie tratando de curarse el dolor y vio que se había cortado. Una vez que la ola se retiró buscó en la arena el causante de su herida (no fuera a ser un clavo o un animal o algo que le fuera a producir la muerte) y encontró un cáracol, la punta veía hacia arriba y era eso lo que se le había encajado tan profundamente en el pie. Era casi del tamaño de su mano (¿cómo no lo había visto antes?), tornasol, y, a pesar de haber sido pisado, estaba perfectamente completo. 

Sin importarle ya las olas que la empapaban cada que iban y venían se quedó observando el caracol, se asomó a su interior para ver si no tenía un cangrejo hermitaño dentro (ya una vez le había pasado que al llevarse una conchita del mar su equipaje había apestado por días por culpa de uno de esos animalitos, y la culpa que le dio por ello había sido insoportable). Era algo en verdad hermoso, y se imaginó cómo se vería en su habitación. La colocó en su oreja, para oír el clásico sonido que producen los caracoles cuando los acercas a tu oreja.

«Entra al mar».

Se sobresaltó, retirando el caracol para alejarlo y luego volvió a ponérselo en la oreja, para asegurarse.

«Entra al mar».

Esta vez estaba segura que lo había escuchado, no había ninguna duda, el caracol le había hablado. Su corazón se había acelerado por la sorpresa, el miedo y a la vez la emoción de que algo así ocurriera. Era algo mágico. Volvió a probar.

«Entra al mar».

Pero la marea estaba subiendo, y estaba oscuro. Era mar abierto y su madre le había advertido de meterse más allá de la cintura bajo riesgo de que las corrientes se la llevaran. Eso sería un suicidio. La canción de Alfonsina y el mar vino a su mente, haciéndola derramar una lágrima tan salada como el agua bajo ella como cada vez que piensa en la poeta y su muerte. 

«Entra al mar». Volvió a decirle el caracol. «Encontrarás las respuestas en las profundidades»

Temblando (por el frío, el miedo, la duda, la curiosidad) se puso de pie para internarse en el mar, cojeando por su pie herido y respirando hondo para ignorar lo fría que estaba el agua. Al llegar a la parte donde le llegaba a la cintura volvió a ponerse el caracol en el oído. 

«Debes sumergirte».

No decía que se metiera más, sólo debía agacharse para cubrirse completa de agua de mar. Así que eso hizo, cerrando los ojos y aguantando la respiración. Debajo del agua se colocó el caracol en la oreja. 

Pasó sumergida horas, sin que sus pulmones le suplicaran aire, tampoco sentía ya el frío del agua. El caracol le habló de muchas cosas, revelándole los secretos del mundo, del océano y sobre ella. Cuando volvió a salir a la superficie vio a los delfines saltando a su alrededor. Y sintiéndose más feliz de lo que nunca se había sentido, jugó en las olas con ellos, nado abrazándolos y los siguió a su morada submarina, donde se encontró con otros como ella, con aquellos que habían escuchado los secretos del caracol. 

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“Esta recopilación participa en el Reto anual: 12 meses 12 Relatos 2021 organizado por De aquí y de allá by TanitBenNajash”

Palabras:  774

Y con esto acabamos el reto de este año <3 Sólo fallé en noviembre, aunque ya lo publiqué extemporáneo. 

Gracias por leer. Se agradecen los comentarios ❤

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