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jueves, 30 de septiembre de 2021

Acrofobia

No es cierto que cuando estás a punto de morir ves toda tu vida pasar frente a tus ojos, a mí sólo me llegó un recuerdo. 

—Aléjate de la orilla 
—la voz de mi madre me sobresalta y casi me provoca que me incline hacia adelante, siento la sacudida en mi estómago, el vértigo—, no sé cuántas veces tengo que decírtelo. 

Doy un paso atrás, despacio y uno más. Cuando estoy lo suficientemente alejado de la orilla me giro y camino hacia ella despreocupadamente. Dentro de mi pecho mi corazón late con fuerza, pero poco a poco, conforme dejo atrás el borde de la construcción siento el alivio relajar mis músculos y mi ritmo cardiaco aminorar. Sonrío. 

—No pasa nada, mamá, no me voy a caer. 

Ella niega con la cabeza y bufa molesta.

—Mejor no arriesgarse. 

Alguna vez escuché que si caes de mucha altura, antes de que tu cuerpo toque el piso, el pánico que te provoca hace que mueras de un ataque al corazón o, por lo menos, pierdes el conocimiento, por lo que cuando te estrellas y tu cabeza explota contra el pavimento y tus huesos se rompen en pedacitos, no te das cuenta. Aún sigo esperando, aún sigo consciente, aún no me muero. 

Supongo que ya me resigne a eso, de hecho lo espero. Me asusta más sobrevivir perdiendo la movilidad de alguna parte de mi cuerpo, más aún quedar parapléjico.

Me chiflan los oídos. ¿Será que ya me voy a desmayar? ¿O me va a estallar el tímpano? ¿O es el sonido del carro de los bomberos y por un momento me acuerdo de la escena de Dumbo donde lo hacen saltar de un edificio en llamas y los payasos lo esperan con un brincolín diminuto. Sonrío ante la ironía de tener las orejas tan grandes y no poder usarlas como el elefantito para volar. 

Dejé de tratar de curarme el miedo con terapia de choque a los quince años, me caí de uno de los árboles a los que me subí con mis primos y duré dos meses con el yeso en el brazo que me rompí. Desde entonces me mantuve lejos de las alturas, dentro de mis posibilidades.

La fiesta era en un treceavo piso. Debí saber que el número auguraba mala suerte, pero nunca creí en esas cosas de la mala suerte y la buena suerte, me burlaba de los supersticiosos. El balcón era el único lugar en el que podía fumar y decidí que era buen momento para tratar de ignorar el miedo, retarlo como solía hacerlo. Me acerqué al barandal, miré las diminutas figuras a la distancia: las luces de los carros, que parecían hormiguitas desde las alturas. Me recargué, empezando a sentir el mareo que acompaña el vértigo. Nadie se esperaba, mucho menos yo, que estuviera flojo. 

Al menos no dolió. Pero lo siento mucho por aquellos que deben limpiar la sangre. Lo siento aún más por mi mamá. 

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“Esta recopilación participa en el Reto anual: 12 meses 12 Relatos 2021 organizado por De aquí y de allá by TanitBenNajash”

Palabras:  463

Gracias por leer. Se agradecen los comentarios ❤

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