Los tres lugares que visitamos ese día son tan bonitos los tres, y tan parecidos en algunas cosas (muy diferentes en otras) que los tengo completamente mezclados.
Lo mejor de hacer el viaje en carro, sin duda, eran los paisajes. A ratos eran campos llenos de vid, otras veces campos llenos de girasoles; y a veces campos con esos rollitos de paja que sólo había visto en películas. Y aunque muchas veces me quedaba dormida (no puedo evitarlo, los carros me arrullan), esta vez pude apreciarlo más, pues me tocó ser copiloto.
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