Desde que existo escucho gente llorar. Todo el tiempo —y más fuerte que otras cosas—; incluso que el sonido de las máquinas, que los doctores corriendo de un lado a otro y que el de las personas cuchicheando en voz baja para no molestar a los enfermos.
Fue el
primer sonido que aprendí a distinguir. A veces son los pacientes que lloran en
las noches cuando creen que nadie lo nota, o los familiares y amigos de estos
cuando temen que no sobrevivirá. Pero aquel llanto que más me conmueve, y el
que he aprendido es más común, es el de los que atienden a los enfermos. Ven a
la muerte todos los días y tratan de arrebatarle sus víctimas, a veces sin
éxito.
Últimamente
los oigo más. Se encierran para que no los vean, avergonzados de su
desesperación, su cansancio, miedo y preocupación, más que antes. El llanto está
ahogado por las capas de tela y encima de ellas plástico, pero yo lo escucho
más fuerte que nunca. Me pregunto, ¿por qué será?
Gracias por leer. Se agradecen los comentarios ❤
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