Al principio todo era maravilloso, justo como todas sus amigas le habían dicho, los orgasmos que ese aparato le hacía tener eran los mejores que había tenido en su vida. Pronto se volvió parte de su rutina diaria al terminar sus labores y era todo perfecto. Hasta ese día.
Empezó como otras veces: en lo mínimo. Subió un poco la potencia, para sentir con mayor intensidad y ahí fue cuando empezó el horror.
Intentó bajarle la velocidad pero el dolor se hizo más intenso así que simplemente decidió quitarlo. Fue entonces que se dio cuenta que estaba atorada. Intentó apagarlo sin éxito. Aguantando el dolor siguió intentando arrancarlo, incluso con ambas manos. Para entonces la mitad de su cuerpo estaba en el interior del aparato. ¡La estaba succionando entera!
Los gritos se acallaron al tiempo que se apagó el succionador, haciéndose el silencio absoluto en la habitación vacía.
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