Los niveles de contaminación del aire y el agua habían llegado a ser tan altos que animales, plantas y personas estaban muriendo a una velocidad escalofriante. Era cuestión de tiempo para que toda la vida del planeta se consumiera por los gases tóxicos que los humanos creamos en nuestro afán de grandeza y nuestra avaricia de poseerlo todo. Habíamos sido arrogantes, ahora pagábamos las consecuencias.
Mi hermano
y yo supimos que debíamos hacer algo al respecto, antes de que fuera demasiado
tarde. Éramos los inventores más importantes del mundo, teníamos el dinero y
recursos para construir algo para salvar a todos. Así que decidimos ponernos
manos a la obra.
Íbamos contrarreloj
y el que ninguno de nuestros prototipos funcionara completamente nos tenía al
borde de la desesperación. Pero entonces, cuando estábamos por rendirnos encontramos
la fórmula exacta.
Construimos
la máquina lo más rápido que pudimos, sin descanso día y noche. Finalmente la
terminamos: una esfera de cristal, conectada al motor que succionaría las
toxinas, en la base, lo que funcionaría como su combustible, unos tubos en su
exterior, siguiendo la forma de la esfera. por los que pasaría el aire purificado
y arriba de la esfera la chimenea que soltaría el aire limpio. Nos metimos en ella,
vestidos con trajes sellados y casco. El volante en el centro tenía que ser
propulsado por nosotros al principio, para que luego empezara a funcionar por
si sola. Con toda nuestra fuerza movimos el volante y la esfera empezó a girar,
cada vez más velozmente. La sacudida en nuestros estómagos era una mezcla entre
el vértigo por los giros y la emoción de que estaba funcionando.
Giramos y
giramos. Hasta que incluso esa sensación en la panza se había detenido y empezábamos
a aburrirnos por que bajaba la velocidad, y entonces volvíamos a aplicar
nuestra fuerza para volver a girar rápido. Así pasamos un buen rato, casi una
hora. Hasta que mareados y sonrientes salimos de ella. Notamos de inmediato que
había funcionado, pues incluso la visibilidad era mejor, no flotaban los gases venenosos
a nuestro alrededor.
Así fue
como conseguimos salvar el mundo.
Justo a
tiempo, pues en ese momento salió nuestro padre a gritarnos que ya era hora de
regresar a casa. Nos despedimos de nuestra creación y la dejamos atrás en ese
campo de juegos, donde pasábamos las tardes al salir de clases.
Y aún sigue
ahí. Nadie sabe que es nuestro invento, ni su verdadera función: purificadora
de aire, fábrica de burbujas, nave espacial, submarino... cada día algo distinto.
Pero cada que alguien se sube y hace girar su mecanismo, sale viendo el mundo
mucho más luminoso.
Gracias por leer. Se agradecen los comentarios ❤
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