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miércoles, 24 de marzo de 2021

Concierto dominical

Cada domingo, exactamente a las cuatro de la tarde, sonaba la primera nota de la trompeta. Dania, mi compañera de departamento, me volteaba a ver con el ceño fruncido y la boca torcida y yo le respondía con una mirada y un asentimiento de cabeza que significaba «sí, ya sé, otra vez».

La primera vez que lo oímos sólo nos reímos un poco de lo mal que tocaba y de cómo sus intentos por afinarse resultaban fallidos. A veces podíamos identificar un pedazo o dos de algunas canciones populares, pero la mayoría del tiempo no teníamos idea de qué intentaba tocar. La segunda vez pensamos que sería algún vecino, tratando de aprender a tocar la trompeta y que sólo tenía oportunidad de practicarla los domingos de cuatro a cinco con una precisión cronométrica.

Fue hasta el tercer domingo que, al asomarme de la ventana de mi habitación, descubrí que el trompetista desafinado se ponía justo enfrente de una casa del otro lado de la calle. No parecía como uno de esos artistas o músicos ambulantes que tocan para buscar dinero. O bueno, sí parecía, pero es que en esa calle no suele pasar mucha gente y aunque fuera el caso, dudo que le hubieran dado dinero, a menos que fuera por lástima.

Quizás, pensé, le está llevando serenata a alguna de las personas de esa casa. Y entonces sentí algo de ternura por ese hombre enamorado que trataba —énfasis en el trataba— de deleitar a la persona que amaba con su música. Imaginé cientos de historias en mi cabeza, teorías varias de los motivos que lo llevaban a entonar —desentonar, más bien— melodías de trompeta.

Con el paso de los domingos me percaté que no sólo se paraba frente a esa casa y por una hora tocaba su instrumento sin descanso, sino que además tocaba las mismas canciones, siempre en el mismo orden. A pesar de que iba todas las veces no mejoraba y, con el tiempo, me cansé de espiarlo. Simplemente decidí ignorarlo y escuchar el concierto desde la sala de mi casa, mientras que Dania y yo tratábamos de adivinar qué canción era, o si sólo se la estaba inventando.

Un domingo me di cuenta de que no había escuchado a la trompeta a pesar de que eran cuarto para las cinco. Me asomé por la ventana y no vi a nadie. Me preocupé un poco y sólo pensé que ojalá no le hubiera pasado nada al trompetista. Que ojalá y por fin hubieran dado fruto sus serenatas y aquella persona lo había recibido directamente en su casa, o que esa persona se hubiera mudado, o que simplemente se hubiera cansado de que no funcionara y se había rendido.

El domingo siguiente, en punto de las cuatro de la tarde escuché una marimba. Me asomé a la ventana y lo vi ahí, frente a la casa, tocando con enorme concentración. 

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“Esta recopilación participa en el Reto anual: 12 meses 12 Relatos 2021 organizado por De aquí y de allá by TanitBenNajash”

Basado en hechos reales, excepto que la marimba la tocan 2 personas y no son las mismas que la trompeta. Lo que sí es que el trompetista ya no se ha aparecido y aunque mis oídos lo aprecian, espero que esté bien.

Palabras:  501

Gracias por leer. Se agradecen los comentarios 

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