Observo tus manos, tus nudillos rojos de sostener el micrófono,
Tu tobillo asomarse, debajo de tus piernas cruzadas,
Tus labios se mueven, recitan, declaman, cantan,
Mi corazón se detiene, luego acelera, late al tono
de tu voz, de ese poema que escribiste para alguien que no soy yo.
Descubro que aún más hermoso que escuchar la poesía -o leerla-
es observarla, observarte a ti, escucharte a ti.
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